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Por Luis Hernández Martínez*

Ante todo, la dignidad

Opino con humildad que son muy pocas las cosas que, verdaderamente, le pertenecen al hombre. No son sus propiedades (las riquezas materiales en general). Tampoco el afecto –sincero o simulado– que las personas puedan (o finjan) ofrecerse mutuamente. Menos aún el amor, la fe o la esperanza. La dignidad es, sin más, lo único que genuinamente nos pertenece. De hecho nos sobrepasa. Nos excede. Nos supera.

Si algo atenta contra tu dignidad, entonces ya sabes –de bote pronto– que no eres importante como ser humano para la situación, organización o persona en cuestión.

Así que cuando una situación, organización y/o persona vulnera (pretende, intenta) golpear nuestra única pertenencia, entonces la tolerancia tiene que ser cero. Pero no debe entenderse de manera equivocada el concepto de dignidad. Aquí coincido con Carlos Llano Cifuentes: “Cuando decimos que el hombre es fundamentalmente un ser digno, queremos decir que tiene un carácter absoluto. No es algo muy valioso, sino que está más allá del valor. La idea toral es que el hombre hace valiosas a las cosas, lo cual manifiesta su carácter digno, más allá de toda valoración, porque las cosas son valiosas solo en la medida en que se refieren a ese valor supremo que es precisamente el hombre”.

Y si el hombre hace valiosas a las cosas, entonces el ser humano tiene que quitarle su atención a las personas, organizaciones y/o situaciones que ensombrecen (aunque sea levemente) su dignidad. Pero “quitarle su atención” tampoco debe malinterpretarse. Significa que “esas cosas” ya no gozarán de un tipo de diligencia. Que ahora estarán bajo el radar de una forma distinta. Soy un firme creyente de que el valor de cada individuo es infinito. No importa su condición social: nadie o nada por encima de la dignidad del hombre.

Sugiero que luchemos por no convertirnos en módulos funcionales. Evitemos ser piezas intercambiables de un plan de vida (personal o profesional) ajeno al nuestro. Si algo atenta contra tu dignidad, entonces ya sabes –de bote pronto– que no eres importante como ser humano para la situación, organización o persona en cuestión. Por más que diga (jure, prometa) otra cosa. Ante todo, la dignidad. Bien dicen: “Por sus hechos los conoceréis”.

* El autor es abogado, periodista, administrador, youtuber y blogger. Abogado certificado por la Barra Mexicana, Colegio de Abogados (BMA) y miembro de la Comisión de Derecho Penal de la BMA. También es profesor de posgrados en Alta Dirección, Derecho, Gobierno y Políticas Públicas en la UNAM, UP, La Salle, EBC, HC Escuela de Negocios y Alta Dirección Jurídica.

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